Estamos en la segunda mitad del siglo XX, la carrera espacial está en su apogeo como demostración tecnológica de las grandes potencias mundiales. En este contexto, los astronautas que iban al espacio se enfretaron a un problema: no podían usar sus bolígrafos en ausencia de gravedad (¡Tragedia!). La leyenda persigue a este caso para ilustrar como hacemos sobreingenieria en lugar de centrarnos en las necesidades, pero ojo que viene MundoReal (TM) para jodernos la moraleja.
En esta historia interviene de nuevo el sesgo de validación:
- Leemos una historia con una moraleja que nos encaja o alguien en que confiamos nos lo cuenta y nos lo creemos (me pasó, ¡yo escuché este caso en la CAS 2024! y me lo comí como válido)
El mito:
- La leyenda: los americanos gastaron millones en desarrollar un superboli, mientras los rusos, más listos decicieron usar lápices, más baratos y que siguen escribiendo bien en ausencia de gravedad.
- La moraleja: hacemos sobreingenieria porque nos enamoramos de la solución/producto (el boli) en lugar de entender el problema y proponer la solución adecuada.
La realidad:
La realidad en este caso no es mejor la ficción y siento arruinar la historia: los astronautas en realidad usaban lápices, tanto en la NASA como en su homóloga rusa. En un momento dado, la nasa encargó lápices mecánicos (¿portaminas?) al módico precio de $128 por unidad (en 1960!). Estos lápices fueron un fiasco y no funcionarion porque las minas se rompian y flotaban en ausencia de gravedad, el grafito -inflamable- flotaba libremente y era un problema [src]. Los bolis tradicionales eran también un problema porque la tinta flotaba y podía jeringar la electrónica de las naves [src].
Paul Fisher ofreció a la NASA el «Anti-gravity» space pen, para arreglar el fiasco de los lápices. Se trataba de un boligráfo capaz de trabajar en un rango de temperaturas desde -35º a 120º, escribir en cualquier ángulo y en ausencia de gravedad, bajo el agua… . Para ello usaron gas presurizado (nitrógeno) para que empujase la bola en la punta del bolígrafo, a una presión de 35 psi y una tinta semisolida que se liquificaba con la presión para evitar pérdidas. La punta hecha de carbonato de tungsteno con muy poca holgura… [src].
Según el propio Paul Fisher, invirtió $1.000.000 en desarrollar el boli anterior (pero ojo, no hay datos de que fuese como desarrollo de la NASA y por tanto, con dinero público) [src]. La NASA compró 400 bolis a un precio de $2.39 la unidad. La patente se registró en 1965 y su primer uso fue en 1968 [src].
En 1968 Roscosmos adquirió 100 bolis de Fisher, así que los rusos sí que usaron el boli mágico.
Fisher continuó vendiendo bolis, con una nueva versión (el Shuttle pen) que se usó en los shuttles, la estación MIR… y la estación espacial internacional, estos bolis siguen en uso, así que la «sobre ingenieria» ha tenido un retorno y un uso real. [src – Do astronauts still use them?]
Hoy en día puedes comprar un boli espacial por el módico precio de $79 en la propia web de Fisher [src].
Los two cents de Victor
Mola pensar que una administración pública -«tonta»- malgastó recursos haciendo algo que podría haberse solucionado de forma más sencilla, barata y rápida. Es un pensamiento común que hay enraizado en la sociedad pensar que la administración pública es ineficiente y tonta. Y mola más pensar que hay un enemigo más listo (curiosamente autocrático: como la URSS de los 60). Es como en StarWars: el imperio tiene cierto toque molón…
Pero claro, sin concimiento técnico del problema, es fácil pensar que la solución barata funciona (Esto lo puedes aplicar en cualquier campo: en política se llama populismo). En este caso concreto: yo no había pensado -por ejemplo- que el polvo de grafito del lápiz podría quedar en suspensión y ser un riesgo de potencial incendio.
Como ves el MundoReal (TM) arruina la historial al punto de que el enemigo listo acabó comprando la solución de sobreingeniería.